Imagen tomada de Raknot |
Hace no muchos años la primera vez que llegó internet a mi casa lloré de emoción agradecida. Desde aquella pantalla se me daba la posibilidad de salir al mundo. Al más cercano que podía recorrer a pie y al más lejano, al que tal vez nunca tuviese opción de conocer. Entonces aún no había experimentado el gozo de entrar en un museo y ver su colección, buscar un clásico de literatura y poderlo escuchar. La suerte de ver un vídeo donde aparece un ser muy querido...
Compartir fotos con amistades de cualquier punto del mapa... Recrearme en una entrevista a alguien a quien admiras desde hace muchos años... ¡Tantas oportunidades! ¡Y el gozo de estudiar sin salir de casa! Hasta lo más trivial, como escuchar tu música favorita, contratar una noche de hotel en Londres, París, Roma o donde se te ocurra... comprar una entrada para asistir a un espectáculo, charlar un ratito con tu amiga del alma por un chat, buscar la receta para la próxima comida con los y las compis en el colegio con motivo del día de Andalucía...Y un montón de cosas que se me olvidarán ahora.
Aún no había tenido la suerte de encontrarme con personas generosas, altruistas y desprendidas que hacen de la red un escenario donde compartir conocimientos, ayudar en su propio crecimiento a quienes lo soliciten, regalar trucos y su tiempo... sobre todo eso, conceder su tiempo para que los demás puedan aprender a caminar con autonomía en este nuevo escenario vital que supone la navegación, la creación de páginas webs o la aplicación de todos esos conocimientos TIC a cualquier ámbito de la vida real y física. En resumidas cuentas, aún no había tenido el placer de relacionarme con tantos MAESTROS Y MAESTRAS. ¿Acaso en la enumeración anterior no está contenida la definición de maestro o maestra?
La idea de que los ordenadores impiden las relaciones sociales contrasta con el hecho de que haya personas que creen páginas de ayuda para los demás. Entre ellas puedo destacar a Eulalia, Vagabundia y Rosa, por quien escribo esta entrada. Esta mañana he conocido la noticia de que Rosa, de quien he aplicado algunos consejos en este blog, quien me ha contestado solícita y presta a mis correos, una auténtica maestra bloguera, nos ha dejado. Me ha resultado insólito, pero es cierto. ¡Qué vacío deja la ausencia! Desde este pequeño espacio público quiero hacer un pequeño homenaje a una mujer desprenida y afable. ¡MUCHAS GRACIAS ROSA!